A lo largo del tiempo que llevo estudiando y practicando la
educación canina, he notado que hay un par de estereotipos que con frecuencia
persiguen a esta profesión.
El primero y más habitual es pensar que los educadores somos
una especie de magos que pueden solucionar cualquier problema en cinco minutos
agitando su varita. Con un poco de sentido común, todos podéis daros cuenta de por dónde falla este mito. Los
problemas surgen de unas rutinas incorrectas en la convivencia diaria, o de una
relación equivocada con su dueño. ¿Cuál es el papel del educador en todo esto?
Nuestra función es daros las herramientas que necesitáis para que vosotros vayáis mejorando día a día lo que está creando problemas en la vida del perro, porque sois los que convivís con él. Además muchos problemas complejos requieren de una superación
psicológica por parte del animal, que supone enfrentarse a sus miedos y pasar
por un proceso de aprendizaje, y esto puede tardar días, semanas, o meses
dependiendo de la gravedad del caso.
La idea de que un educador aprieta un botón y el problema
desaparece, se ha ido introduciendo en la mente colectiva a raíz de los programas
de televisión que muestran tratamientos milagrosos, pero hay que conservar la perspectiva de lo que son: un show
de televisión y no un tratamiento psicológico real.
El segundo estereotipo con el que me he encontrado varias
veces es el del educador canino como un estafador que te cobrará un montón de
dinero para no solucionar nada. Y es cierto que a veces ocurre, hay muchas personas dispuestas a aprovecharse
de los demás.
Sin embargo convendría una pequeña reflexión sobre
por qué ocurre esto:
echarle la culpa al “profesional” que te ha timado o intentar que desarrolle
una conciencia que le impida hacer eso es más bien infructuoso: su éxito
depende de tu criterio. Si tienes claro lo que buscas se lo pondrás bastante más difícil.
El problema de esta profesión es que al no estar
regularizada, hay mucho intrusismo profesional, es decir, gente que se
hace pasar por educador cuando no lo es, incluso sin mala intención. Esto es lo que provoca los problemas que preocupan a los
propietarios de perros.
Hay muchas maneras de encontrarse con algún “adiestrador” que
nos va a hacer tirar el dinero, pero voy a daros algunas pistas que os permitan
desarrollar cierto criterio para diferenciar un buen profesional de otro menos
adecuado.
- Lo primero que yo buscaría si voy a contratar a alguien es que no tenga nada que esconder. Los profesionales que disponen de una buena formación y experiencia que avalen su trabajo, suelen exponer públicamente su currículum, ya sea en su web, colgando títulos en su consulta, poniendo las fotos de los cursos a los que ha asistido en su blog, etc. Si no encontráis la manera de ver su formación, preguntádsela directamente. Yo no me fiaría de alguien que no quiere mostrarme su formación o que me da respuestas confusas.
Cuidado con los típicos que han visto un programa de la tele o se han leído dos libros y ya se
creen educadores caninos, sin tener ningún tipo de formación específica o
experiencia.
Tampoco habría que fiarse de los que hacen
un cursillo de fin de semana y ya van ofreciendo consultas, porque es necesaria una formación bastante
extensa y especializada para saber
afrontar los problemas que se pueden plantear.
- Lo segundo que debe haceros desconfiar es alguien que intenta venderos un paquete de 20 consultas para solucionar un problema (por decir un número alto). Los casos complejos pueden necesitar una terapia larga, pero si estamos aplicando un tratamiento, hay que ir viendo la evolución de la terapia para decidir si necesita más sesiones. Si es un problema muy claro y el profesional dispone de la suficiente experiencia como para haber tratado muchos casos similares anteriormente, podría hacerse una idea de la duración aproximada del tratamiento para orientaros, pero aún así sería muy difícil saber exactamente cómo evolucionará, ya que cada animal es un mundo. Muchas veces el problema es más simple y con un par de consultas suele ser suficiente. Esta persona lo que quiere es que le paguéis las 20 consultas y luego ya veremos si es capaz de solucionar algo.
Es diferente el caso de los cursos, como un curso de
adiestramiento para tu perro, una escuela de cachorros, unas clases de
obediencia básica, etc. En este caso se está ofreciendo un curso estructurado, generalmente
en grupo, con un temario que será igual para todo el mundo, y aquí sí que se puede
establecer sin problema el número de clases que lo componen.
- Como hemos dicho más arriba, solucionar un problema depende en un porcentaje muy alto del compromiso del propietario para aplicar las pautas y las rutinas correctas marcadas por el educador. Si alguien os ofrece “arreglaros” al perro sin que vosotros tengáis que hacer nada, como si se tratara de una lavadora estropeada, hay algo raro.
- Hay educadores (yo conozco a alguno, de cuyo nombre no quiero acordarme), que durante todo el tratamiento en ningún momento ven al perro. El cliente va a su despacho, le explica el problema, el educador le establece unas pautas estándar, y si el tratamiento no funciona da por hecho que es porque el cliente no ha seguido sus instrucciones, y fin del asunto. Como mucho, si el cliente insiste, receta medicación, lo que en mi opinión sólo debería ser para casos muy extremos y como APOYO de la terapia, ya que no es ninguna solución, es un parche. Yo creo que no se puede tratar un problema de comportamiento correctamente sin ver al perro.
- Por último, yo me fijaría en la forma de trabajar del profesional, o al menos le preguntaría qué métodos y herramientas utiliza. Alguien cuyo método de trabajo implique violencia o miedo no es de confianza. Es posible educar sin castigos, y es mucho más eficaz. La educación tradicional utiliza herramientas como la dominación, el collar de pinchos, de estrangulamiento, o las famosas “pataditas en el costado”. Todos estos métodos no solucionan el problema, lo que hacen es reprimirlo, y además crean otros problemas adicionales que se añaden al que ya existía.
Espero que entendáis que no pretendo ofender a nadie ni descalificar a otros buenos profesionales. La única intención de este post es dar herramientas a los propietarios de mascotas para que desarrollen un criterio justo que les permita diferenciar a los buenos y los malos profesionales, y unas expectativas realistas que les eviten llevarse un chasco a la hora de contratar a uno de ellos.
¡Espero que os haya resultado útil!
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