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lunes, 2 de febrero de 2015

El papel del juego en las relaciones sociales

Muchas veces olvidamos la importancia del juego; Solemos considerarlo algo opcional, sin otro objetivo que divertirse y pasar el rato. Sin embargo, desempeña un papel fundamental en el crecimiento físico y mental de todos los animales. En cada especie, sobre todo en los individuos jóvenes, se pueden observar juegos característicos cuyo objetivo es poner en práctica y desarrollar comportamientos fundamentales para su supervivencia: Las presas juegan a huir, esquivar y esconderse. Por ejemplo, a los conejos les gusta jugar a correr, brincar y hacer piruetas sin motivo aparente, practicando huidas ficticias. Los depredadores en cambio juegan a cazar, acechar y matar, como puede ver cualquier persona que conviva con un cachorro de perro o de gato. 

En el caso de los perros, los juegos tienen el objetivo adicional de desarrollar sus habilidades sociales y sus códigos de comunicación, necesarios para la correcta convivencia en grupo. Los individuos jóvenes van aprendiendo de sus experiencias y observando a los adultos. A menudo olvidamos que los errores son parte del proceso natural de maduración, y con demasiada frecuencia tratamos de evitarlos o corregirlos sin darle al perro la oportunidad de aprender de ellos.

Los juegos caninos son diferentes en función de la edad de los perros que participan en ellos. Cada una de las etapas de crecimiento tiene unas prioridades y peculiaridades propias, generando en el individuo y en los que le rodean comportamientos característicos fáciles de observar que nos pueden dar pistas sobre la edad mental (que no siempre corresponde con la edad cronológica) de los perros implicados.

Podemos considerar que los perros empiezan a jugar alrededor del mes y medio, que es cuando los cachorros han desarrollado suficiente capacidad motriz como para poder moverse con cierta soltura. Al principio, cuando todavía son muy bebés, sus juegos están muy relacionados con la boca: Lo muerden todo, se mastican entre ellos (o a nosotros), se revuelcan con sus hermanos Esto les ayuda a desarrollar el control de su mandíbula, imprescindible para una correcta interacción social en el futuro. También utilizan la boca para explorar su entorno, por lo que es una época en la que suelen mordisquear todo lo que encuentran, lo que les ayuda a conocer mejor el mundo que les rodea como parte de su proceso de socialización. Es muy importante respetar este proceso y proveerles un ambiente enriquecido que les permita canalizar esta necesidad de exploración oral.

Ejemplo de ambiente enriquecido para cachorros,
con objetos que puedan masticar y les aporten diferentes olores y texturas


Según van creciendo, el tipo de juego va cambiando y se orienta más a explorar y desarrollar sus capacidades físicas. Aún no tienen integrados unos códigos de comunicación y presentación correctos, por lo que todavía son muy brutos y maleducados con otros perros, recurriendo a un juego bastante brusco. Corren hacia el otro perro, le saltan encima, se mueven de forma alocada buscando provocar al otro para juegue con ellos Los adultos, conscientes de esta situación, normalmente se esfuerzan por ser tolerantes y pacientes con los perros que muestran estos comportamientos, lo cual es fundamental para permitir que los cachorros puedan desarrollar su proceso natural de aprendizaje.

Con el tiempo, los jóvenes van perfeccionando sus habilidades sociales a través del juego, con la motivación de generar respuestas positivas en los perros con los que interaccionan. A pesar de eso, la adolescencia puede ser una época un poco problemática en algunas ocasiones, ya que a esta edad pueden presentar algunos comportamientos desproporcionados (especialmente si se trata de individuos con problemas de estrés alto) que a menudo solemos malinterpretar. A los perros adolescentes les cuesta especialmente tolerar a perros que aún no manejan bien los códigos sociales, y en muchas ocasiones sienten la necesidad de regañarlos por su comportamiento inadecuado o incluso frenarlos físicamente (empujándolos o poniéndose encima de ellos). Esto no tiene nada que ver con dominancia: es un comportamiento que expresa la necesidad del adolescente de que el otro perro modere su actividad.


Los perros jóvenes suelen jugar de forma brusca, tumbándose unos a otros de vez en cuando

En muchas ocasiones los perros adultos pueden utilizar el juego para quitarle hierro a una situación tensa, por ejemplo en la presentación con otro perro desconocido. En estas ocasiones suelen recurrir a un lenguaje corporal desenfadado y muchas veces infantil, haciendo reverencias de juego, saltando de un lado a otro o incluso lamiendo los belfos del otro perro. 
Cuando se encuentran en una situación social compleja (por ejemplo, con varios perros interactuando alrededor, o si creen que puede haber algún tipo de conflicto) el juego puede ser una gran herramienta de comunicación: he observado a perros adultos utilizarlo para manejar a otros perros, normalmente conocidos suyos (llamarlos y llevárselos de donde están, dirigirlos de un sitio a otro, integrarlos en una situación que el otro no veía clara). Los adultos encuentran en esta forma de comunicación una herramienta especialmente útil cuando va dirigida a los cachorros, en los que los códigos sociales habituales aún no están del todo desarrollados. 



Problemas relacionados con el juego

Así como el juego es una parte fundamental de la vida de todos los perros, también puede ser una fuente de problemas si no se tienen ciertos factores en cuenta. Normalmente la prevención de estos problemas pasa por permitir a los perros desarrollarse tal como son e interactuar entre ellos y con el entorno con la mayor libertad posible. 

  • Comportamientos obsesivos relacionados con la boca: es bastante habitual encontrar cachorros que han desarrollado problemas de protección de recursos o que se comen todo lo que encuentran. Esto suele estar relacionado con una necesidad de exploración que no está del todo resuelta; recordemos que los cachorros necesitan explorar su entorno, lo que quiere decir coger todo lo que encuentran e interaccionar con ello (masticándolo, babeándolo, soltándolo y volviéndolo a coger, etc.). La herramienta principal de la que disponen para esto es, por supuesto, la boca. Sin embargo, cuando nuestro cachorro muestra estos comportamientos nuestra reacción suele ser quitarle los objetos que va cogiendo, ya sea por preocupación de que vaya a hacerse daño, de que se lo vaya a comer, o simplemente porque nos da asco que coja cosas del suelo. Esta interrupción de su proceso natural de aprendizaje puede generar en el perro los problemas mencionados anteriormente: cada vez que encuentra algo se pone a la defensiva, generando diversas estrategias para evitar que se lo quitemos.


  • Mordisqueo excesivo y demasiado fuerte: este problema suele estar relacionado con el anterior, ya que su origen también está relacionado con ciertas carencias en una edad temprana. Este caso suele darse en cachorros que no han tenido suficiente interacción y juego con otros perros (u otros animales) durante su infancia, por lo que no llegaron a desarrollar un adecuado control de su mandíbula. Son individuos que, además, suelen presentar bastante tensión en la boca, lo que se traduce en comportamientos destructivos y con poco autocontrol. Darle la oportunidad de mosdisquear, tanto diferentes materiales como a otros perros o personas, es un buen ejercicio para canalizar esta necesidad y ayudarle a superar el aprendizaje que tiene pendiente.


  • Juego demasiado intenso: cuando un individuo joven no ha tenido suficiente contacto con otros perros, puede costarle más de la cuenta aprender la forma apropiada de interaccionar con los demás. Suelen ser perros muy brutos, muy enfocados además a jugar con todos los perros que se encuentran, y a los que les cuesta darse cuenta de cuándo se pasan de la raya. Su intención suele ser simplemente jugar, pero por lo general acaban incomodando o asustando al otro, provocando situaciones tensas o incluso alguna pelea. A este tipo de perros les suele venir bien pasear con perros adultos equilibrados (preferiblemente del mismo tamaño que ellos o superior, para evitar que les agobien demasiado físicamente), que sean pacientes y que puedan darles la referencia que necesitan.



  • sobreexcitación: Mientras dos o más perros están jugando, deberíamos supervisar que su nivel de actividad no suba en exceso; muchas veces son los mismos perros los que hacen breves paradas del juego, especialmente si hay adultos implicados. Pero si no observamos esto, podemos predisponer pequeños descansos de pocos minutos que interrumpan el juego de vez en cuando (por ejemplo llamando a los perros y dándoles alguna golosina, poniéndoles la correa durante un par de minutos, esparciendo algunos trozos de comida por el suelo que les inciten a olisquear…). El objetivo de estos descansos es permitirles bajar un poco la excitación generada durante el juego, de forma que se mantenga en unos niveles razonables. Cuando pasan demasiado tiempo seguido jugando (especialmente si es un juego muy frenético), pueden llegar a ponerse tan nerviosos que dejan de pensar. Esto puede generar respuestas desproporcionadas, como que el juego se convierta en pelea (simplemente debido a que el nivel de tensión de la situación fue aumentando y los perros se descontrolaron) o posteriores problemas relacionados con estrés alto, que pueden repercutir en nuestra convivencia diaria (hacerse pis en casa, romper cosas, alguna salida de tono en otra situación, etc.)

2 comentarios:

  1. Impresionante. Cada vez me sorprende más la similitud entre las etapas del desarrollo en los perros y en los humanos. Enhorabuena por este blog tan interesante.
    Saludos

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  2. Muy interesante me ha gustado mucho.

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